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Linux Mint Cinnamon, lo mejor de este 2015

cinnamon 2.8

cinnamon 2.6

La distribución comandada por Clement Lefebvre ya no es la que era. Atrás quedaron los tiempos en los que Linux Mint era sinónimo de proyecto sanguijuela que nada aporta, más allá de ofrecer un Ubuntu preconfigurado al gusto del creador. Hace años que Linux Mint no es esa y es de rigor reconocérselo, porque además de avanzar ha conseguido desarrollar este 2015 sus mejores versiones hasta la fecha, configurando a la postre la que posiblemente sea la recomendación más acertada que se le puede dar al usuario corriente y moliente que desee adentrarse en territorio Linux, o a quien ya conociendo Linux, lo único que desee sea una experiencia equilibrada, sin sobresaltos, pero sin resquicios.

Linux Mint 17 en su variante Cinnamon roza el sobresaliente por varios motivos y el primero es hacer las cosas bien desde el principio: basarse en Ubuntu 14.04 LTS y sucesivas actualizaciones ha permitido al equipo de desarrollo, por un lado disponer de unos cimientos sólidos y soporte extendido de serie, por el otro centrarse en pulir su software. Y vaya si lo han hecho. Gran parte del éxito de Linux Mint le sigue perteneciendo a Ubuntu, que pone la masa; pero al César lo que es del César, y es que el cocinado de Mint es sabroso y al punto.

Cinnamon

La primera impresión, sin embargo, es la peor. El aspecto de sistema operativo de oficina de 2005 es una mancha que el propio Lefebvre ha notado y quiere remediar. Mientras lo hace, Linux Mint Cinnamon se presenta como un escritorio frío y algo desfasado para los tiempos que corren; demasiado clásico incluso para quienes buscan eso, diría yo. Lo bueno es que esa apariencia tan gris solo necesita un par de retoques para brillar, con excepciones. Una vez salvado este escollo lo que queda es un escritorio sencillo y funcional.

El panel de Cinnamon 2.6 es un claro ejemplo de pragmatismo: no admite posiciones laterales… porque no hace falta. Así como Unity o GNOME Shell han enarbolado el cambio de paradigma con sus barras laterales, pero fijando de igual modo una panel superior inamovible, Cinnamon se conforma con ese pequeño panel de 24 píxeles para darlo todo: menú, lanzadores de aplicaciones, lista de ventanas, bandeja de sistema, reloj, etc. ¿Por qué desaprovechar espacio en pantalla si todo cabe en el mismo sitio? En Cinnamon se puede elegir entre el panel por defecto abajo, arriba o al estilo GNOME 2, abajo y arriba; pero no a los laterales. Es coherente, cuando los escritorios mencionados que los usan se ven obligados a fijar un panel.

panel

A partir de Cinnamon 2.6, además, se incluye una opción de «ocultación inteligente» que hará las delicias de quien busque simular un comportamiento tipo dock. Y si al conjunto le sumamos los applets, donde hay tanto morralla desatendida como utilidades de lo más interesante, el resultado es productividad y personalización. Por ejemplo, no cuesta más que unos segundos cambiar el menú de aplicaciones predeterminado por una alternativa, o reorganizarlo todo según apetezca.

También es muy fácil configurar el escritorio para que rote el fondo de pantalla, activar las esquinas calientes, modificar los botones del borde de la ventana y en definitiva cualquier detalle básico típico con una accesibilidad que no la tienen otros escritorios más grandes en número de contribuidores. Además, su funcionalidad puede ser extendida con extensiones, valga la redundancia, pero es que tampoco hace falta. Como tampoco es necesario utilizar desktles (applets para el fondo de la pantalla), habiendo un buen puñado de ellos.

Si hablamos de faltas, se echa de menos un lanzador más potente y versátil que el cutre diálogo de ejecutar con «Alt+F2», algo como KRunner; y alguna opción más de personalización, sí, para completar.

Con todo, Cinnamon 2.6 es por posibilidades, rendimiento y estabilidad -se siente el pulido, a pesar de que ocasionalmente pueda dar algún traspiés- una apuesta casi segura.

Aplicaciones

La selección de aplicaciones por defecto de Linux Mint Cinnamon es proporcionada a la experiencia de usuario que pretende ofrecer. Aunque dependerá de la persona. A mí, por ejemplo, que traiga gThumb me parece genial, es de lo mejor en su categoría y en pocas distribuciones basadas en GNOME aparece; pero no puedo con Banshee y Mono. Sea como fuere la selección es equilibrada y desde el gestor de software están a tiro de piedra muchas aplicaciones populares, privativas o no. Es decir, los repositorios de Ubuntu y un plus, al servicio del usuario de Mint.

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Las aplicaciones de mayor interés, no obstante, son las que mantiene el equipo de Mint. Sin ir más lejos hace poco tuvimos en estas páginas a MintStick, ideal tanto en Linux Mint como en Ubuntu. Pero si hay una a destacar, es Nemo, el gestor de archivos. Feo es un rato y no importa el tema visual que le pongas, pues ni el predeterminado lo muestra elegante… y aun con esas presenta pocas quejas (por si algún usuario de KDE se lo pregunta, no, no llega al nivel de Dolphin).

ods

Diferente es la gestión de software. El «centro de software» de Linux Mint repite carencias con respecto al de Ubuntu, por lo que la instalación de Synaptic nunca está de más. Por el contrario, necesitando un buen lavado de cara como lo necesario, es más simplón que el de Ubuntu y para el nuevo usuario puede resultar más apropiado. Lo mismo para los orígenes del software, desde donde controlar repositorios oficiales, adicionales, PPA y demás es realmente sencillo.

En cuestiones de software no hay nada escrito, pero lima alguna de las asperezas que quedan en Ubuntu para con el usuario novato.

Conclusiones

Como habéis podido leer, no entro en aspectos concretos del sistema o el entorno de escritorio ni en detalles técnicos, tal es el espíritu de Mint Cinnamon: sencillez y para adelante, que de lo que se trata es de producir. Y eso que en los detalles está el diablo, se cuenta. Detalles como una preinstalación y configuración diseñadas para echar millas desde el minuto uno; como no delimitar las posibilidades de personalización con la excusa de mantener una experiencia de uso concreta; como continuar mejorando la experiencia precisamente a base de detalles, véase el soporte para Nvidia Prime o el renovado applet de energía y un largo etcétera de pequeñas puntadas que en conjunto resuelven la situación.

Mint Cinnamon tampoco es perfecta, sobra añadir: la política de actualizaciones tiene sus peros y hay margen de mejora all over the place que dicen los anglosajones. Como cualquier otro sistema. La vitola que distingue a Linux Mint de otras distribuciones es que sus desarrolladores tienen muy claro cuál es su audiencia y la cuidan con mimo. Así se sostiene el proyecto, cumpliendo.

Por todo lo relatado y más que me dejo, este 2015 la corona al trabajo bien hecho se la lleva de momento Linux Mint Cinnamon, que no cualquier otro sabor de la distribución. No los menciono por nada en especial aunque los he probado, pero si hay que darle mérito a algo, que sea para este fork de GNOME 3 «para seres humanos». Este año solo aspira a hacerle sombra openSUSE Leap y lo tiene difícil.

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