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Cuando la estupidez más absoluta se ríe de ti

estupidez

Me ha pasado, sí. Hacía mucho, pero he vuelto a caer en una tontería de esas que le dejan a uno cara de… eso, de tonto. Y os la voy a contar, claro, que aquí estamos para compartir lo bueno, pero también lo malo (!).

Resulta que hace poco renové mi máquina de sobremesa y después de un año bastante loco en lo que a cambiar de sistema se refiere, decidí relajarme y asentarme en la que es la mejor distribución que he probado este 2015, Linux Mint (17.2), de la que tengo pendiente un artículo en profundidad. Sobra decir que todo va de lujo ahora, una vez solucionado un pequeño problema que me venía atormentando en los últimos días.

En el mesecillo que llevo con mi nueva configuración de hardware y software, en realidad, todo ha ido de lujo excepto un detalle: el brillo de la pantalla se ajustaba automáticamente al negro y blanco mostrado, esto es, en una página como MuyLinux, donde el blanco predomina, todo se veía muy luminoso, mientras que si el negro era el color dominante, por ejemplo viendo un vídeo con escenas nocturnas, el brillo descendía de manera sensible. Molesto no, lo siguiente.

Como apenas tuve tiempo de ver un capitulillo suelto, no le presté atención. Hasta que me pongo y me doy cuenta de que no es molesto, es insufrible; y ahí voy yo a buscarle solución: ¿por dónde comenzar? Por alguna de las opciones de la configuración del sistema, pero nada. Entonces recuerdo que las GPU de Intel traen una cosa llamada Intel Display Power Saving Technology que puede ser la causante y que de hecho ha dado dolores de cabeza a muchos usuarios de Linux y de Windows… ¡y para Windows hay asistente gráfico desde donde desahabilitarlo! Pero no.

Después de una hora y pico de buscar, leer y no convencerme nada de lo que encuentro, se me ocurre entrar en la BIOS para ver si ahí hubiera algo que poder tocar, y me fijo en otro algo que me había pasado desapercibido -en mi defensa diré que mi equipo inicia en pocos segundos- hasta el momento: el efecto de atenuación del brillo se produce también en la entrada a la BIOS, por lo cual no está relacionado con el sistema; ni con la BIOS, como pude comprobar. Así es como aparece la frustración absoluta.

Total, desisto, me rindo. Al menos, «por hoy». Vuelvo a iniciar sesión y sigo con mis historias. Y se hace la hora de cenar, y en el instante en que me levanto, entre involuntaria y automáticamente, mi dedo se dirige a los botones físicos del monitor y en menos de lo que se tarda en decir «yo sí que soy tonto… pero tonto, tonto… ¡zas en toda la boca para mí!«, la opción del infierno estaba desactivada. Desde el monitor. O mejor: «¡Desde el monitor, mendrugo!«.  Y me pregunto si mucha de la gente que tenía el mismo problema, tendría también la misma solución a su alcance sin saberlo.

¿Por qué os cuento mis miserias? Este artículo va dirigido en especial a los nuevos usuarios de Linux que se enfrentan a situaciones complicadas a priori: tranquilos, a base de palos aprende el burro… y a veces te puedes tropezar incluso con la piedra más pequeña (lo cierto es que después de finiquitar este lío me ha sonado haber estado tocando las opciones del monitor no hace mucho…).

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